El parque municipal se muere

3, Decembro 2015

No ha sido sin tiempo para que el Parque Municipal empezase a mostrar signos de fatiga, de esa caducidad propia de los vivos que es la vejez  y de las cicatrices que van dejando las estrictas reglas naturales, en las que la muerte es el episodio más importante de la vida por ser garante del relevo generacional y continuidad de la especie, claro que cuando sobreviene de forma inesperada e innecesaria se convierte en un acontecimiento trágico.

Ocurre que algunos esto no lo entienden así, por eso han clasificado el Parque hasta el punto de percibirlo como una simple infraestructura ideal para acoger celebraciones que requieran grandes espacios abiertos, sol y sombra, buenas comunicaciones, pocos gastos y ambiente romero. Cualquier labor ya sea rastrillar, desmochar, podar o cementar  está supeditada a las necesidades de los eventos que se vayan a celebrar.

Fue y es la sucesión de despropósitos su mal: el mal uso y el maltrato.

El uso irracional se evidencia en que de las 33 hectáreas disponibles solamente una pequeña porción de terreno se utiliza para celebraciones  y es ahí donde aparecen los signos de fatiga más severos: la erosión del suelo y compactación.

Mucha maquinaria, mucha gente y  mucho rastrillar  llevándose los nutrientes al contenedor de la basura. Rozas y podas para maquillar, nunca con para sanear.

El grave estado de su salud  exige una actuación decidida que sin dañar los intereses económicos opere a favor de su futuro. El sentido común me dice que su uso racional pasa por repartir el uso del terreno, nunca concentrar todas las actividades en el mismo espacio, aunque estas se programen en fechas distintas.

Algunas voces invocan el asesoramientos de CSIC y de investigadores de Lourizan, seguramente para que traduzcan al lenguaje científico lo que cualquier maderero  nos pueda decir.

No se trata tanto de traer astro-físicos de la NASA, observadores de la ONU o espías de la CIA, sino de un cambio de actitud. De poco vale lucirse en aspavientos como “el pulmón de Carballiño”, “el motor económico” y otras tantas chorradas más, cuando en realidad su abandono es el denominador común legislatura tras legislatura. Mientras tanto el Parque Municipal se muere.